lunes, junio 28, 2010

Pregunta en color rojo

Dejando por ahora de lado las auto-discusiones acerca de si lo que hago aquí es solo un ejercicio inconstante de ingenua y disfrazada egolatría, me hago una pregunta, un tanto larga pero muy sencilla a mi parecer, que creo necesario que me formule ahora. La naturaleza del origen de la pregunta que a continuación formulo, si bien podría ser algo digno de mención, por ahora me importa un ano.

La pregunta es:

¿Por qué he mantenido la idea de escribir en mis espacios interneteros sólo de los temas realmente intrascendentes, descartando otros temas relacionados con mi vida diaria y las cosas que leo, veo y escucho (por considerar que no son lo suficientemente poco importantes), si no todas, la mayoría de las veces, a sabiendas de que en esa irregular búsqueda sólo he conseguido abandonar este blog por más de tres meses?

Ahora mismo no deseo expandirme en encontrar y armar una respuesta. Quizá intuya que tema responderme, o quizá intuya, por el contrario, que sea mucho mejor y más divertido ir armando esa respuesta reescribiendo en este pedazo de web con que llevo ya un buen tiempo. Quizá intuya incluso que es preferible buscar opciones que impliquen no escribir sobre una respuesta ahora porque podría correr el riesgo de que una respuesta a la carrera me podría saber a mierda más adelante. O Ahora.

Seguiré entonces por el camino de mi segundo quizá. Me suena más. O al menos me suena bonito. Qué va, debo aceptarlo: me suena a que si sigo por ese camino voy a escribir más, y a tener las manos más calientes. ¡Y es que no quiero resistirme a creer en una mentira tan animante!

Jum jum jum jum.





P.D.: Sí, la intención con haber puesto esa pregunta en rojo también era irritar los ojos lectores, aunque en un principio haya pensado esa decisión como una excusa para alargar mi título. Y sí, mentí, la pregunta no está formulada de forma sencilla, y más bien pareciera que mi intención hubiera sido la de confundir y obligar a releer. Y sí, es cierto, esta entrada estuvo muy floja por haberme centrado en una pregunta tan deforme. Caprichos editoriales,qué le voy a hacer...

viernes, febrero 12, 2010

Infierno incómodo

A veces escribir aquí es una molestia. Un infierno, y además incómodo, no sobra decir, por más obvio e inferible que sea el hecho de que un infierno de cualquier religión es, por conveniencia y defecto, y además de muchos otros calificativos, un lugar en extremo incómodo. No sobra decirlo, porque ése es el motivo por el cual escribir aquí es un infierno. Porque es incómodo. y además odioso.

Me explico. Y en verdad que quiero explicarme, aclarar un posible malentendido o pensamiento erróneo acerca de mi afirmación inicial, pues aunque se muy bien que he dicho que poco me importa lo que el lector o lectora piense de mis entradas, se por otro lado que debo admitir que a veces me importa un poco lo que el lector o lectora piense de mis entradas. Así de simple, por ahora.

Ahora viene la explicación, que llega rápido, considerando que quien escribe es hombre de buena voluntad para retrasar, a punta de pseudoneologismos, rodeos verbosos y flojos chascarrillos, la llegada al grano en las entradas que redacta, por puro placer, o por placer puro, como se quiera. Y llega rápido por la sencilla razón de que esta vez debo ganarle al olvido a corto plazo y a la deficiente concentración que a veces padezco (y que pareciera saber el momento 'adecuado' para ser deficiente, menuda carajada), que hacen que haya desviado mi atención en consultar el significado de la palabra chascarrillo y en buscar un par de pastillas de Mareol en mi maleta pero que debo haber extraviado hace más de una semana. Como ven, un complemento adecuado para mi infierno incómodo: las mariposas constantes de la distracción.

Quien tenga y administre un blog conoce la página en la que ha de meter todo su letrerío, la página de la creación y edición de entradas. Esta ventana contiene una cajita en la que se redacta, y viene acompañada de herramientas básicas de procesamiento texto, así como opciones de edición de HTML y otras pendejadas. Las herramientas de procesamiento de texto no me molestan, aunque me habría gustado que Blogger ofreciera más opciones, y aunque a veces he tenido problemas con scripts que no entiendo, por lo general la opción de HTML no me produce mayores dolores de cabeza, además de que es una herramienta que me será de utilidad, en cuanto le encuentre alguna claro. Las otras pendejadas son complementos que no sobran, y que siempre están ahí, pacientes y en actitud de tranquila espera hasta que sean aprovechadas.

Pero es la cajita inmunda la que me produce ganas de jalarme los pelos de la nariz. Y sin enunciar grito alguno.

Maldita cajita despreciable.

Me detengo un momento y la contemplo, para ver qué pasa con ese mínimo (aunque suficiente) infierno que tengo que soportar. Y aparecen, como es comprensible, preguntas como spam.

¿Por qué carayes la cajita está al lado izquierdo de mi monitor, en lugar de aprovechar todo el espacio del mismo? ¿Por qué no puedo moverla?

¿Por qué diantres el cursor se va 'descalibrando' en cuanto va llegando a la parte derecha de la cajita, haciendo difícil la edición?

¿Por qué pústules esta cajita es tan insoportablemente pequeña, y peor aun, sin posibilidades de expansión?

¿Por qué cáspitas esta cajita estúpida no me permite publicar una entrada cuando importo el texto desde el caótico Word 2007, y arroja en su lugar una serie de insultos en forma de notificación de errores de script?

¿Por qué maldivisiones la palabra entera se borra cuando selecciono y sombreo con el puntero sólo una parte de la palabra que quiero borrar?

¿Por qué molestancias los métodos abreviados de teclado de esta cajita tonta (porque esta cajita sí que es tonta) son tan molestos y tan deseosos de que uno meta el dedo en la tecla equivocada al tratar de usarlos, ocasionando desastres chiquitos e irritantes, como los perros chihuahua?

¿Por qué multimanías la vista previa es tan desconsideradamente incorrecta, y casi nunca es un reflejo de la realidad futura de la forma de la entrada?

¿Por qué awqsrgrfxgves la inclusión de imágenes en la cajita causa, mayoritariamente, dolores de cerebro y asfixia en la redacción, cuando sólo trato de acomodar su tamaño y ubicación entre los párrafos?

¿Por qué cadaverbes se borra la palabra siguiente cuando selecciono y sombreo la palabra anterior completa con el objetivo de borrar sólo la que he seleccionado?

¿Por qué, de repente, lo que estoy diciendo lo voy encontrando caótico y enredado? ¿Será porque en verdad estoy en un infierno incómodo?


¡Y entonces qué otra cosa iba a ser, carajo de los carajos!


Lo triste y obvio de todo esto: Sin esa incomodidad infernal, probablemente no habrían entradas de mi parte. Tal vez me guste maltratarme cuando escribo, pensando que de pronto así me sale alguna escritura sana de los dedos. O tal vez... sólo sean ganas de ser terco. Y de alimentar mi terquedad al no partir de Blogger y seguir escribiendo en esta cajita insufrible, porque de todos modos es mi infierno. Y no se si querré compartirlo algún día. Por eso, con comentarlo y llenarlo de preguntas sin querer una respuesta me basta, al menos por ahorita.




Ahh, como me empeño en joderme, en mi infierno incómodo.

sábado, enero 23, 2010

¿Descaro?

Estoy en un blog aparte de éste.

NO se si comentar eso sea un descaro, si sea esa una insulsa intentona en busca de lectores, no se si por el contrario tal acto no sea algo del otro mundo y esté exagerando con ánimos de rasgarme las ropas del desespero, pero no importa mucho; además, me gustaría comenzar a hacer un puente entre ambos elementos, quizá en un futuro eso me sirva. De todos modos será un puente muy pequeño, sutil, escondido entre las montañas, para que le sirva de acceso a los que realmente quieran.

Bueno, lo del puente de pronto es pura falacia. Mencioné eso pero realmente hice el puente porque quise.

Debo aprender a confiar más en esa razón. O al menos saber cuándo no estoy exagerando.


domingo, enero 17, 2010

Tercer experimento de escritura sin mente

Hay un pelo en la barra espaciadora de mi teclado. Había un pelo en la barra espaciadora de mi teclado. Lo he quitado. Ya no está. Ha desaparecido en algún rincón del suelo. Ahora puedo concentrarme en el teclado. Estoy usando un teclado de marca Microsoft. No agrego ningún link de Microsoft porque no es de manera alguna necesario. Estoy de acuerdo con lo que acabo de escribir. Intento nuevamente escribir en tiempo real. Soy consciente de que probablemente esto se haya hecho antes. Lo de escribir en algo que yo llamo escribir en tiempo real, y lo de utilizar únicamente puntos seguidos. No es algo que me preocupe mucho ahora. Acabo de incluir la primera coma de este texto. No es una falta muy grave, aunque podría haberlo impedido. Ahí va la segunda coma que dejo pasar a este texto. Espero que esto no se convierta en un veraneadero de comas, porque créanlo ellas o no esto no es un veraneadero de comas. Oh, una coma más. Y otra recién llegada. Esto ya comienza a inquietarme. Por lo menos hay más puntos seguidos. Al ser este un texto auto referencial y escrito, según mi perspectiva, en tiempo real, puedo detenerme un momento y contar los puntos seguidos hasta ahora. Para añadir algo de información, cuando yo arbitrariamente hablo de escribir en tiempo real me refiero a hacer explícitas mis ideas y decisiones que tomo sobre el texto al momento de escribirlo. Así, cuando por ejemplo expreso que puedo detenerme un momento a contar el número de puntos seguidos que he incluido hasta el momento en este texto cuya frase actual ya se está extendiendo más de lo debido sin coma alguna, sugiero al lector que, en el momento de escribir este conjunto majadero aunque divertido de palabras, tomé la decisión de contar, en efecto, el número de puntos seguidos que he incluido hasta ahora, el cual ha aumentado desde la primera vez que mencioné mis intenciones de hacerlo. Van, por ahora, si la herramienta de buscar del Word 2007 no me engaña y si la he usado bien, van hasta ahora 25 puntos seguidos. 26 puntos seguidos. 27, con este que acaba de llegar. No pienso contarlos más, me centraría mucho en ellos y eso sería muy estúpido para lo que pretendo con este texto. 28: ahora sí, lo prometo, no cuento más, a pesar de que, pensándolo mejor, este texto ya tiene de por sí muchas estupideces. No es nada contra mí o algo parecido, así que no se preocupen por mí los posibles lectores terapeutas. Vaya, ahora que me detengo físicamente (me detengo físicamente y hago aparecer por primera vez los paréntesis en el proceso, profetizando [acabo de crear el futuro y sé lo que digo] que no será la última vez que lo haga), veo que el bodoque se está haciendo extenso, lo que hace probable la posibilidad de que este texto sea difícil de leer, como suele suceder con los textos de párrafos muy grandes. Cuando esto pasa, y si no se maneja adecuadamente (como sí lo habrá hecho Gabo) el texto se convierte en un marisma de información, cosas que recordar, subtextos, intertextos, pretextos, contratextos, ideas y afectos, un bombardeo seguido para el cerebro y los ojos, y que puede representar un peligro para el mismo texto. Peligro de abandono, para ser exactos. Debo admitirlo: este texto me está dando mucha diversión y no me quiere soltar, y no se por tanto si este párrafo va a crecer sin mesura (me gusta la palabra mesura, sobre todo cuando lleva el prefijo des-) para convertirse en un monstruo gigante y abandonable. ¿Será ese el reflejo o la proyección de un miedo propio? ¿Miedo a verme yo abandonado si alguien abandona lo que con perversos esfuerzos he realizado aquí? Diablos, ahora aparecieron los signos de interrogación. Y en dos pares. Y ahora que me doy cuenta la puesta en escena de los famosos jorobados no hace sino evidenciar que esto se ha vuelto un veraneadero. Y no sólo de comas, esos apuestos e inteligentes jovencillos cuya presencia en la escritura es importante y en extremo inevitable, pero que quería evitar aquí por tratarse de una especie de juego, no muy original pero sí necesario por el hecho de haberme dado cuenta de que yo no lo había realizado y que deseaba hacerlo, si no de (rayos, lo anterior necesitaba un buen paréntesis que, por lo visto, llegó tarde y apareció aquí, en el momento menos oportuno y cuando más puede y quiere complicar las cosas... como si el párrafo dantesco no fuera ya un problema para el pobre lector o lectora que tuvo el desconcierto de leerme [porque si de algo estamos convencidos es de que el texto escrito con ínfulas de ser incluido en el ámbito literario es, en la mayoría de los casos, un referente autobiográfico, lo que hace que afirmar que me están leyendo alcanza, al menos en mi subjetivo y dudosamente humilde concepto, es algo válido y poco discutible]... como decía [oh, te damos gracias puntos suspensivos, por tratar de ayudar a desenredar las cosas entre el lector y yo con tus oportunas intervenciones ante el ataque repentino de estos corchetes], como si no fuera un problema para el lector o lectora que me esté leyendo ahora [no me disculparé por la redundancia; han de conformarse con el señalamiento que hago de la misma] el lidiar con un párrafo tan inmenso [y con un número creciente de corchetes dentro del gigantesco paréntesis que, para añadir, son cada vez más extensos, lo que agita más las cosas] que puede hacerle pensar en un acto decididamente intensional, adrede y a gusto [como el error de ortografía que acabo de dejar palabras atrás, y que señalé de la misma forma por dos razones: una, que cometí la falta de ortografía en la palabra señalada por mero error humano, por lo que decidí que debía hacer notar que ese error sí tuvo un origen no intencional, cosa que estoy aclarando ahora, y segunda, porque, tal y como el lector o lectora que me sigue acompañando en estos momentos de turbio enredo textual habrá podido darse cuenta {y añado este par de llaves para declarar que me perdonará el lector si con lo que estoy expresando puedo hacerle pensar que quiero hacerle sugerir que dudo en ciertos momentos de su inteligencia, pero precisamente a estas bajuras del partido no pretendo ser muy amable que digamos... caramba, ¡El querer no me lo permite!}, puedo hacerlo porque me da la gana] de extender este párrafo lo más que se pueda, incluso si su escritura se dificulta por la cantidad enorme de conexiones que debo cuidar, las veces muchas que tengo que irme atrás en partes específicas del párrafo para conseguir un grado mínimo de elocuencia y coherencia en todo este descarado embrollo, las acotaciones nuevas que van llegando todas de golpe [acabo de mentirles, pues las acotaciones aquí llegan en cascada] y... bueno, la revisión continua en busca de errores ortográficos, puntuación e incoherencias que realizo constantemente cada dos o cinco líneas que emergen de mis dedos, que provoca el olvido de más razones por las cuales me es difícil escribir y mantener un párrafo tan disparatado y enorme, dudosamente original como he mencionado antes, pero estimulante de alguna manera para el que escribe... Ahh, sí, el esperado cierre del paréntesis más inoportuno e imprudente que he permitido, que llegará a ustedes en el instante inmediata y milimétricamente posterior al final de la escritura de la palabra ya)... bueno, ya lo vieron, esto se volvió un veraneadero y un descaradeadero de toda clase de signos de puntuación, un patio de juegos y bromas saladas, una sala indefinida de descanso y una fuente de burlicia enorme. Y lo único que pude hacer fue integrarme a la fiesta y seguirles el juego, haciendo un uso juguetón y malicioso de las palabras, inventando conjugaciones y neologismos (como aquel hilarante personaje del cuento de Baldomero Lillo), verbizando y adjetivizando sustantivos, infestando el texto de adverbios con intenciones de generar enredo, gerundiando por aquí y por allá como un poseendo por los espíritus de los gerundios ([NO HAN DE TEMER: LOS PARÉNTESIS Y CORCHETES DEMASIADO LARGOS NO VOLVERÁN, ¡PORQUE ASÍ LO DICEN LOS SIGNOS DE ADMIRACIÓN!] ese último lo inventé justo después de señalar el uso abundante de gerundios que, aunque he tratado de evitar en este párrafototote, se me han colado y juntado al desorden) y permitiéndoles el enredo del paréntesis henchido de corchetes y un par de llaves.

Y todo por un pelo en la barra espaciadora de mi teclado.

Menuda forma de darme fin.

Qué "original"...

Pero qué entretenido, no me canso de afirmarlo.


Y sí, todo por un pelo.



De la barra espaciadora de mi teclado.




Y digo "mi teclado" cuando en realidad, en el momento actual en el que vivo, no es sólo mío.





Qué descarado.






Je ne t'aime plus, concepto bobo de escribir en tiempo real.







No, no es cierto.

martes, noviembre 24, 2009

Lo lo malo y lo bueno de "pasar derecho"

La fuente motivadora de este escrito la hallé en aproximadamente 50 horas casi consecutivas (tal vez más) despierto, con apenas unas tristes esquirlas de sueño de una hora u dos que no sirvieron de mucho. No es lo que se podría llamar una hazaña espectacular —Conozco gente que ha pasado en vigilia por cinco días—, pero he de comentar que fue algo difícil, y aunque no fue algo tan desagradable la mayoría del tiempo, si hubo momentos en los que habría preferido quedarme enterrado entre mi cubrelecho antes que experimentar algo como pasar derecho tantas horas. Las razones que me llevaron a tal acto medio estúpido no importan mucho ahora; me queda por lo menos el solaz de haber escrito un poco, a costa de mi salud lo sé, pero con un pequeño producto entre manos al final de todo.

Este texto lo escribí hace poco, a eso de las 2 y 30 de la mañana, minutos antes de romper el hechizo de no poder dormir. La transcripción del texto desde el papel está casi “cruda”, es decir, apenas hice algunas correcciones de estilo y gramática, con el ánimo de que pueda apreciarse la clase de cosas que un insomne accidental escribe cuando la mente exige sueño pero la mano pide un informe de la locura que se ha vivido. Tal vez me dé la gana de ampliarlo y hacer una versión más trabajada.


(Lo malo y lo bueno de “pasar derecho”)

Lo malo de pasar dos días durmiendo precariamente, es que te das cuenta de lo largos que son en verdad los días, y de cómo es tan vasto su territorio que tus recuerdos de esos días de vigilia casi constante se fragmentan y se pierden. Y aunque olvidar no es una actividad despreciable, por desgracia la selectividad del azar actúa en tu contra, y sólo te deja el pensamiento más angustiante: el de estar viviendo las horas del lado prohibido, y ser consciente de ello, sufriendo (sin sufrir realmente empero) por la verdadera longitud del tiempo; ¿Una muestra de lo eterno quizá? Suena exagerado, pero de ser verdad, sólo basta que intentes dormir menos de 4 horas (repártelas como quieras) en tres días, para darte cuenta que los seres humanos no estamos listos para lo infinito.

Lo bueno de dormir muy poco en muchos días, o más exactamente, de pasar una cantidad de horas en exceso sin dormir, es la esperanza de poder abrazar el sueño, esperanza que se transforma en deseo (aunque a veces pienso que son la misma cosa) cuando el dormir se vuelve una realidad cada vez más aplazada, y que va aumentando según se consolida la demora, hasta convertir la sola espera por encontrar una cama en una fuente de placer, fuente peligrosa en horas de fuerte vigilia, pero de recompensa sabrosa.

sábado, octubre 24, 2009

Segundo experimento de escritura sin mente

Debo aceptarlo: traté de hacer trampa. A pesar del frío que tengo en las manos y en el cuello mientras escribo estas tabacadas, ya había estado pensando desde hace rato que quería escribir. Por fortuna (o por desgracia, todo depende de la óptica con que se mire el asunto dicen los que saben), mis ideas, cuando no las atrapo con una nasa o no las meto en el frasco directamente, se diluyen o se escapan, como si fueran reinas de su destino... malditas... Creen que pueden andar por ahí sin mi permiso, y que pueden pulular por los márgenes de la existencia sin consultármelo... Qué va, ya estoy comenzando a divagar; a ellas, a esas ideas que no se formaron en nada ni en nadie, qué va a importarles esa mierda de no existir... mejor para ellas, no tienen que tomarse la molestia de tomar una forma y despedazar una fracción del espacio y del tiempo con su presencia, que bien puede o no ser apreciada, querida, escrutada, analizada, mandada al carajo, a otro lugar de la existencia donde coexistirían con las ideas rechazadas... no, existir con semejantes riesgos hace que valga la pena estar allá, en ese formato tan cómodo que es el de no ser nada, no saberse iluminadas por esa vaina tan incómoda que es la mente de las personas... A veces veo las ideas que sí tocaron la luz, que les tocó conformarse con su pedazo de existencia entre un guetto digital como éste... y me pregunto, tal vez como parte de este anticuado ejercicio, tal vez por joderme, si ellas, de tener conciencia y criterio (Aunque no creo justo dudarlo a estas alturas, valga el deseo de alucinación), no querrían volver a ese estado envidiable de no-ser, de flotar en un delicioso estado de clara inoperancia vital... y a merced de las miles de páginas que imagino yo que habrán usado miles de filósofos para ladrarse unos a otros estos problemas, debo afirmar que ese posible deseo que puedan tener mis ideas de no querer existir, de flotar aun en la materia gris o en espacio beige sin conocer su forma final, es algo que no despierta en mí la más mínima piedad hacia ellas. Es que no despiertan ni lo más chiquito de lo que católicamente posría llamarse misericordia.

Qué pesar con ellas. Pero que se jodan. Las condenaré a todas a vivir, malditas resbalosas.

¿Por qué escapan de mí cuando las necesito? ¿Por qué no me explicaron sus deseos de no violencia al no querer vivir? Las dejaría tranquilas, buscaría en otras partes, resistiría el deseo de tener que conseguir un estúpido tema para jalarle las pelotas a la atarraya, no sé, de pronto solo agarraba a una de ellas, le pediría que se sacrifique en nombre de las demás y le exprimiría todo el jugo, todo lo que me pueda dar de sí, sin tener que molestar a las otras, para que se quedaran en su júbilo de inexistencia... o de pronto me las ingeniaría para escribir sin un eje central, si un apoyo figurado en un concepto, tal vez me habría funcionado.

Pero no... Ellas no quisieron. Se resistieron, escaparon a la mínima oportunidad. Tejieron poco a poco en mí una sensación de impotencia, y me valí de ese tejido para hacerme un complejo de furia... Por eso les digo, ideas mías: Prepárense, no se duerman, busquen refugio, porque cuando necesite de ustedes las buscaré, me apropiaré de ustedes y las llevaré a esa luz que tanto odian. Estúpidas. Conmigo se jodieron. Todas y ninguna.

Esto solo yo lo sabía, pero quiero hacerlo saber: al final no hice trampa, y surgió mientras realizaba este ejercicio una idea diferente, que hube de desarrollar sin temores. ¡Ya lo vieron, no he perdido todavía el deseo de acechar!

martes, octubre 20, 2009

Carajo... Entrada especial

Carajo... Parece que la he cagado. Me puse a mirar donde no era y cambié la plantilla del desgraciado pedazo de bitácora que tengo. Imagino que los que habrán visitado este blog antes se habrán dado cuenta del cambio abrupto. Bueno, lo se, la anterior plantilla tampoco era una maravilla: era genérica, la fuente era muy pequeña, y había que realizar muchos cambios. Pero es que...

Pero... Pero...

Pero nada. El cambio no fue lo mejor pero me hizo dar cuenta que lo que tenía antes tampoco estaba ni se veía bien, y que el cambio era necesario. Lo angustioso es que ahora tengo que hacerle mejoras en poco tiempo a este blog de las mierdas, si no quiero que me pase de nuevo lo que ya me pasó una vez: que me dio flojera (sí, de esa bien colombiana que a veces da de repente) y abandoné el blog por un año. Solo quiero ahora un comentario, uno solo, acerca de qué hacer con esta bitácora deshidratada; no se, alguna idea acerca de alguna imagen de acbecera, alguna plantilla nueva, palabras de aliuento o esputos digitales en puntos concretos, lo que me pueda servir. Cuando lo reciba seré dichoso... Estaré esperando, aunque no mucho, para que no se diga que dependo tanto de los posibles lectores... así eso no me lo crea mucho.

¿Cabe en este contexto un XD?

¿Qué le ve una mujer a un concierto de Jazz?, Partes III y IV

III



Hace un tiempo se celebró en la ciudad un festival de Jazz, de acceso gratuito y muy buenos invitados. Fue todo un éxito de belleza musical. Mucha gente estuvo dispuesta a pagar el único precio que el festival tuvo: la temprana asistencia a los lugares, para evitar quedarse sin ver y disfrutar. Yo fui uno de ellos: en el segundo y en el tercer día, faltando una hora y media, ya estaba rondando por los alrededores del teatro, acechando un buen puesto —lo cual estuvo muy bien, a juzgar por la cantidad insana de personas que asistieron masivamente—. La verdad no pensaba otra cosa, solo quería entrar. Entré y lo disfruté muchísimo, fue mi momento, mi Nirvana (¿O mi Jazzvana? lo sé, me encantan los juegos tontos de palabras…). Cuando todo terminó y salimos, una amiga nos contó que durante el concierto había sentido orgasmos múltiples. Nos reímos, pero con eso comprendí que esa fue su experiencia. Puede que ella no la buscara como tal, que aquella no hubiera sido su razón para estar allí, pero esa fue. Puede que para otras mujeres la experiencia haya sido más espiritual, más sensorial, no lo sé. Pero es probable también que no hubieran ido por eso; tan solo querrían salir a alguna lado, como todos los viernes, y algún amigo o pretendiente las habría invitado al concierto como parte de una serie de actividades para la noche; les habría insistido en que salieran un rato a ver algo nuevo y luego, más tarde, a tomarse unos frappés o unos cocteles, y luego a bailar en alguna discoteca vía al aeropuerto; o tal vez querían conocer a alguien interesante o ver a una celebridad local o al alcalde, por puro e insensato aburrimiento; tal vez no querían ir pero tuvieron que hacerlo porque al novio sí le gusta el jazz o le causaba curiosidad, y se hubieran sentido culpables, o sus parejas las hubieran bombardeado de reclamos de no haberlos acompañado; o tal vez sí hubieran ido por convicción propia, porque ya habrían conocido el Jazz por medio de algún amigo o por los milagros de alguna emisora alternativa y hayan visto en ese concierto la oportunidad de tener una experiencia viva con esos ritmos que ya aman...

No lo se, no lo se y no lo sé.

Así que lo acepto, me perdí en el laberinto: no sé que le puede ver una mujer a un concierto de Jazz. Solo podré suponer que, para muchas de ellas, el Jazz es un encuentro: con ellas mismas, con el mundo de los sentidos, con el relleno de un tiempo libre que no supieron usar de otro modo. Tal vez lo odien, tal vez lo amen, tal vez lo gocen, tal vez quieran estar en otro lado, el caso es que, como mínimo y casi sin darse cuenta, son consecuentes con el Jazz. Van con una idea concreta, desprevenida y desposeída de una intencionalidad profunda, y luego el Jazz les llega, a las buenas o a las malas, como mínimo de forma imprevisible, sin planes absolutos de lo que sucede; solo son oídos, ojos, notas en el cerebro, almas cubiertas de ritmo. La improvisación de las emociones.


IV


Uhmmm… no se qué mas decir, se me acabó el soporte, se me aflojaron los engranajes. Me aventuraré a improvisar. Ahí va, Un-dos-tres-cuat: las mujeres van a verse a sí mismas convertidas en notas musicales. ¿Que son las mujeres el Jazz? Puede ser, al menos su naturaleza así lo muestra. Yo adoro el jazz, y no quiero vivir sin él. Preguntémosle, en nuestros pensamientos, a Charlie Parker, si no estaría pensando en una mujer cuando tocaba su música. De seguro que el nunca pensó en notas o pentagramas, eso es lo que creo.

sábado, octubre 17, 2009

Nota sobre el escrito '¿Qué le ve una mujer a un concierto de Jazz?'

A pesar de que me daba algo de pereza conceptual y digital hacer esto, quiero aclarar que el hecho de haber decidido publicar este escrito por partes de la misma forma que hice con el de la libreta y las velas, no hace parte, al menos luego de una reflexión minúscula pero bien lograda, de un intento por hacer rendir el mismo para tener más entradas en el blog (aspecto que a la larga no importa mucho, lo que hace que esta nota carezca de valor, pero como eso importa menos, y como este blog es mio y puedo hacer con el lo que me de la gana, y como lo que hago lo hago siempre sin ánimo de ofender pero sin sentirme culpable si lo hago de todas maneras, dejo la explicación con vida).

Considero que al ser este un escrito de menor tamaño, la mejor idea hubiera sido publicarlo en una sola entrada; he tenido, sin embargo, problemas miles cuando intento pasar las partes desde Word 2007 hasta la caja donde pego el texto para crear las entradas: cuando le daba clic a Publicar Entrada me aparecían mensajes de error con letra blanca y fondo rojo que alegaban no permitir ciertos scripts que venían del formato que Word 2007 le dio al texto cuando se creó el archivo para albergar el escrito. Este incómodo percance, sumado al hecho de que estoy revisando y dando ciertas correcciones y modificaciones medianamente concienzudas a cada una de las partes que conforman el escrito, fueron la razón que me movió a decidir la publicación del mismo por partes, precisamente las mismas partes que el escrito tenía divididas ya antes de tomar la decisión de compartirlo con quien o quienes encuentren este hueco en la atarraya y le presten unos instantes de su valiosa y muy efímera atención.

A ellos, a los que no se asustan demasiado o no se aburren hasta morir con mis escritos, va dedicada, de forma curiosa, esta nota informativa.

¿Qué le ve una mujer a un concierto de Jazz?, Parte II

II



No quiero que se me acuse de bribón —Y espero que tampoco se me tache de acometer falsas modestias—, así que quiero declarar que no soy ningún experto en lo que se refiere al Jazz; solo he escuchado al camaleón sonoro desde hace algunos años, y he leído una que otra impresión o percepción en revistas o en la atarraya. Y sí, escuché muchas veces el programa de Roberto Rodríguez Silva cuando todavía la HJCK se podía encontrar en la radio FM, y sí, he buscado y escarbado nombres de subgéneros, de músicos famosos, aspectos de la historia del Jazz, retazos, ideas variadas. Pero eso no me convierte en un conocedor del Jazz, en lo absoluto. Ni más faltaba. Y eso es una ventaja, pues me permite ser más abierto a las nuevas formas que cada día va adquiriendo este ser que parece vivo. Y de esta forma se que todo lo que yo viva con el Jazz es algo mío; mi vivencia es mi tesoro, la formación y recreación de mi mundo, lo que por sí mismo me parece ya muy valioso. Me imagino que aquellos que también son tocados de alguna manera por el Jazz tienen también sus formas propias de disfrute. Y eso está bien, porque este arte sonoro es, desde el momento en el que el músico comienza a improvisar, una declaración de individualidad, de algo de egoísmo: por más rara que suene esa palabra última en este contexto, su presencia en la comprensión del modo de sentir de un amante del Camaleón Sonoro es algo inapelable. Porque el egoísmo (sea secreto o no, poco importa) de quienes aman esta música y la perciben a su modo es algo fundamental, es sano, es básico. Y es algo que se debe dar tanto en hombres como mujeres, si es que quieren tener una buena Experiencia Jazzera. O eso es, al menos, lo que quiero y me permito pensar. Y claro, por fortuna esto no es lo único que pienso del asunto.

viernes, octubre 16, 2009

¿Qué le ve una mujer a un concierto de Jazz?, Parte I

Pues sí, después de más de un año, volví. Dejo ahora, por partes, un pequeño escrito que fue parte de un reto con un amigo, que —no sobra decir— gané sin muchas discusiones. Más adelante hablo un poco de aquel evento.



¿Qué le ve una mujer a un concierto de Jazz?


I


Se dice que los seres humanos tenemos derecho a quejarnos, así que espero que no les sorprenda si inicio este despropósito de texto con una queja, que no es otra cosa sino el ejercicio de ese derecho tan conveniente para todos. Y es que desde un principio supe que me estaba poniendo en una situación espinosa con esto. Hablar de las mujeres, sea cual sea el color, el sabor o la textura del tópico es, para mi concepto (o para mis miedos latentes, no tengo muchas ganas de averiguarlo ahora), un asunto peliagudo, en cualquier parte del universo y en cualquier momento de la historia de nuestro desprotegido género masculino. Hablar de Jazz (del género musical, que no del juego tradicional colombiano, valga la aclaración y el malogrado chascarrillo) no es menos complicado: se necesita mucho tiempo de entrega a su escucha, análisis y comprensión para poder decir algo más decente y sincero que los lugares comunes del estilo de “Cielos, Coltrane es bueno y Parker y Monk y Taylor también”, y al mismo tiempo se necesita ser lo suficientemente despreocupado como para no creerle a ningún crítico cítrico, ni dejarse llevar por pedantes demostraciones de saber académico de unos cuantos melómanos, a riesgo de perder la sensibilidad por ése tema que nos gustó porque sí, porque nos llegó a donde nos debía llegar. Ahora bien, sumemos ambos temas, y tendremos un laberinto sin cómodo regreso. Ahí me metí yo, sin más hilos de Ariadna que los de la opinión, y más asustado que una vaca camino al matadero. Y todo por aceptar ese reto. Pero no importa, de todos modos vale la pena intentarlo. Además es posible que mi contendor también haya tenido esa angustia que tuve. O puede que no, que solo yo la haya sentido, cosa que tampoco me importa, pues ya tuve mi desahogo. Gracias por comprender, o al menos por no dejar que la furia los carcoma y se les reviente una vena de la cara por leer mis quejas.

miércoles, diciembre 03, 2008

¿Qué quieren que les escriba?

Así lo sugiere el título. No se que escribir, y ese ha sido un problema de los últimos diez meses. Tal vez sea porque aparentemente no tengo lectores, porque no tengo ideas o porque salgo más bien poco o carezco de pareja o algo por el estilo... Y bueno, teniendo un blog, la idea es que uno debería ser un poco más aplicado, en especial si se trata de una actividad de ocio certero; además, supongo que si no tengo lo anterior, deberían sobrarme los minutos para ponerme a teclear y joder por ahí con las letras, claro, si no fuera por ese berraco... Vaya, parece que sí tengo de qué escribir...

Existe algo para mí que es claro, y es que NO es este un espacio para mis confesiones ni para ventilar mis asuntos muy privados -la sola idea de pensar este blog como un diario señoritero online me provoca náuseas-, pero he de afirmar algo, así suene a deja vu tedioso: Mi adicción a Internet se ha manifestado a un punto suficiente como para preocuparme. Prueba de ello es la rutina que he desarrollado, sin darme cuenta, cuando estoy frente al PC y una conexión que cada seis meses se me va haciendo insuficiente para sentirme satisfecho. Describiré ahora la rutina, que fue el pan de cada día por casi un año.

Primero que nada, luego de esperar a que el cacharro prenda y los programas ya no se queden pegados cuando intento abrirles, abro el Firefox de siempre, el MSN de la podrida conciencia y la DreaMula cuando hay algo por descargar, que por lo general casi siempre se da. Acto seguido, reviso la bandeja de entrada del correo, miro quién está conectado en el MSN y hablo con uno o dos contactos mientras abro el blog del Joven Lovecraft para ver si hay viñetas nuevas; a veces escucho algo de música de la que tenemos en el DD o de alguna emisora desconocida, otras veces busco algún divertido y soberbiamente inútil juego en flash, juego unos minutos o unas horas y listo. Nada hay en lo anterior que tenga algún elemento extraño, relevante o distintivo a lo que hace el resto de parroquianos promedio que tienen acceso a la Atarraya: un correo electrónico para revisar y unos 30, 400 o cero contactos con los que hablar... tal vez los otros no visitan a EJL, que en otros casos fácilmente puede reemplazarse por ese cáncer llamado Facebook o el obsoleto Hi5, que ya no tengo. En fin, que sencillamente la Atarraya es un lugar que nutre generosamente a adictos como yo, con tonterías frescas y extravagantes contenidos... tal vez por eso es tan difícil. Tal vez por eso, carajo. O tal vez sea también mi falta de voluntad, mi carencia de autocontrol, de autoregulación... tal vez sea momento de una reflexión y un cambio... o tal vez no. Me da igual. Es más: me gusta escarbar. Gracias a ello puedo encontrar cosas como ésta. Vamos, que hay que verle el lado amable a las cosas...

jueves, junio 26, 2008

La libreta y las velas, parte VIII

VIII

Anuncio en tiempo real que mi tiempo en este lugar esta por acabar. No hay indicios de ser rescatado por algún cliente inesperado, así que la idea del abandono se refuerza. Además ya estoy cansado. Ya fue suficiente. No hay mucho del entorno que contar aun cuando hay mucho del entorno que contar. Ya no quiero, no necesito lo haría por capricho (y eso implica que aparezca escrito algún evento externo destacado) pero aparte de eso ya no me da la gana. El cafetillo éste se está desocupando, y eso que es temprano. Eso apaga las esperanzas de rescate, pero no las elimina del todo. Hasta la última línea conservo la expectativa. Si no sucede nada, no me quejo. No he perdido mi tiempo. Tengo material para mi blog, y ejercité la escritura. Me siento bien con ello. Nadie aún. Puedo irme a mi casa tranquilo (aunque con cuidado, a esta hora no suele ser muy segura esta zona), con mucho para transcribir y editar en el procesador de texto, y con las ganas abiertas de seguir moviendo las manos para crear vida escrita. Nadie se asoma. Hace rato terminé mi último tinto, así que me voy, me voy y me voy, porque tengo que irme, si no, no me iba, pero tengo que hacerlo, con más razón, luego de haber escrito este juego de palabras tan estúpido. Nadie llegó. Lástima. Vaya, 21 páginas de libreta. Adiós y adiós, el ejercicio se acabó. El tiempo que fluye ya no se impone en las letras de esta libreta. Tengo cansancio. Nadie, carajo. Tengo cansancio y una sensación agradable, como cuando una muchacha se queda mirándome, y no me doy cuenta pero mi cuerpo sí lo percibe, y me dan como cosquillas. Ya creo que es hora. Nos vemos.

La libreta y las velas, parte VII

VII

Cuando fui al baño y esperé a que lo desocuparan, hice un paneo rápido en busca de algún conocido y algún puesto vacío. Contemplé la posibilidad de ocupar el hipotético asiento, guardar la libreta y dejar este intento de crónica en este estado de congelación. Nada, solo alguien que se parecía a alguien, dos muchachos que se parecían a otros dos muchachos, y ya. No me sentí mal, pues en ese momento ya me estaba aclimatando. Sin embargo, pude ver en ese paneo (que abarcó una buena parte del cafetín, no, casi todo el cafetín) los micromundos, las islas en lugar de mesas, con los clientes hablando de lo que sea, en completa independencia de su medio, solamente abriendo la entrada al pedir una cerveza o al llegar algún amigo des espacio exterior, cerrándolo de inmediato para seguir con la rochela. Me di cuenta que no había diferencia entre ellos y yo, incluso si estoy solo (¡estoy todavía solo!) y con una libreta fea, anotando carajadas. El micromundo que tengo tiene lo que necesito; no me incomoda lo que haya allí afuera, ni las risotadas, ni la música en volumen anti tertulia, ni el olor estúpido a cigarrillo, y solo marcará mi final el hecho de que ahora no tengo más dinero y que sin tinto comenzarán a verme feo y a ignorarme, presionando, sin ellos saberlo, para que me vaya de aquí… aunque se que esto no solo me pasa a mí, pues a cualquiera de los habitantes de estos micromundos les puede ocurrir que sus créditos para suministros se agoten, y se tengan que ir de esta galaxia, donde correrán el riesgo de quedar ‘desparchados’. Jeje, interesante.

sábado, junio 21, 2008

La libreta y las velas, parte VI

VI


El plan funcionó, a pesar de que olvidé pedir el tinto antes y a pesar de que ahora tengo la impresión de que no hubiera sido necesario; nunca lo sabré, no importa ya. Tuve que esperar poco para entrar al baño y hacer de las mías, pero tuve que esperar más mientras mis manos se secaban, odio escribir con las manos húmedas, a rato se siente todo el entorno pegajoso, y si escribo a mano, la humedad se filtra en el papel y comienza la tinta a correrse, desplegarse y dejar el papel cochino y desagradable, digno de la anotación típica del profesor de primaria sobre el trabajo a manos que se entrega cochino: ‘aseo’ o ‘cuidado con el aseo’. Bueno, todo ha vuelto a una normalidad temporal, fabricada desde mi llegada al cafetillo. Mi segundo y último café ha llegado. La dulce mesera no me miró mientras le daba las furtivas gracias (debe ser por lo furtivas), y de nuevo me encierro en el ciclo de voltear la libreta cada que lleno una página de acelerados garabatos. Sí, ahora estoy cómodo. Este ejercicio es muy interesante. Puedo sentir que de alguna forma me importa un plátano estar solo, y si bien podría parar y guardar la libreta si llegara alguna amiga o alguno de los muchachos, no tengo problemas si eso no pasa. He logrado la microadaptación en un lugar pésimo para escribir. Qué viva la impulsividad.